Tranquilidad. Eso es lo que sientes sabiendo que hay alguien al otro lado. Sosegado de sosiego, en un mar dudas no hay cabida para la calma. Pero sin la duda de saber que tienes alguien que te apoya, te comprende o, al menos, te escucha te sientes en medio de la tranquilidad de las aguas del mar.
Las dudas no se disipan, vuelven con la fuerza del mar cuando hace daño de verdad. Ya no hay calma. Sientes goles dentro de ti como cuando las olas golpean la orilla y simplemente se van, para después regresar y golpear con más fuerza si cabe.
Creías que estaba al otro lado, con la comprensión, con la buena voluntad, con la amistad. Como un espejismo todo se desvanece y no queda nada. Un puñado de arena amarga que te recuerda lo que puedo ser y no fue porque se lo llevo el mar, porque dudo que lo puedas volver a recuperar pues está en lo más profundo del océano.